La calidad del aire interior hace referencia al contenido de aerosoles y gases, la temperatura y la humedad del aire presente en el interior de una estructura. En el caso de los edificios habitados por personas, la calidad del aire se determina según su capacidad de preservar la salud y el bienestar de sus ocupantes. Si hablamos de procesos de fabricación, la calidad del aire viene determinada por la capacidad de producir de forma rentable productos de alta calidad dentro de la estructura.
El factor más importante que determina la calidad del aire interior es la pureza del aire. La contaminación del aire consiste en partículas, gases y vapores que pueden reducir el bienestar y la salud de las personas, así como reducir el rendimiento y la eficiencia de los procesos de producción.
La contaminación del aire exterior penetra en los edificios. Sin una ventilación adecuada, se acumula y puede incluso reaccionar con otros contaminantes del aire interior.
La contaminación del aire interior está formada por contaminantes del aire exterior (como partículas y gases procedentes de la calefacción o del tráfico que se introducen en los edificios), así como emisiones químicas de materiales de construcción, productos de bricolaje, productos de limpieza, ambientadores, partículas de combustión generadas por calefactores, cocinas y velas, alérgenos procedentes de mascotas, emisiones de aparatos eléctricos y electrónicos...